Sueños

Soñar debería ser obligatorio. Todos deberíamos ilusionarnos y creer en cosas mágicas, hechos improbables que a pesar de su dificultad hagan que nuestros ojos brillen cuando pronunciamos ese ''Te imaginas...''. Incluso en el fútbol. Porque es cierto que el dinero se acerca, cada vez más, a tener el protagonismo que un día tuvo el balón, pero de vez en cuando descubrimos que todavía hay lugar en el césped para gestas increíbles. Supongo que hoy, un martes que en cualquier otro año habría sido uno de esos grandes días de Champions, sabrán de lo que hablo en esa ciudad del centro de Inglaterra que desde esta mañana ve su nombre en la portada de todos los periódicos deportivos del planeta. Porque ayer el Leicester ganó la Premier tras una temporada mágica. Porque ayer el Leicester se proclamó campeón de una de las ligas más disputadas del mundo justo un año después de salvarse in extremis del descenso a segunda división. 


Vi a Grecia ganar la Euro 2004 y al Montpellier arrebatarle al PSG el título de Ligue 1 en 2012. Me han hablado del Maracanazo y del Nottingham Forest de Brian Clough. He leído acerca del Kaiserlautern que ganó la Bundesliga en el 98' viniendo de segunda. Pero nada de todo eso me parece comparable a que un equipo modesto como el Leicester se lleve la Premier League por delante de monstruos millonarios como Chelsea, City, United, Arsenal o Tottenham. Y sí, debemos reconocer que si todos ellos hubieran estado al nivel que por plantilla les correspondía Ranieri y los suyos no habrían hecho historia. Pero hoy no es día para hablar de los demás porque cuando hablemos de la 2015/16 sólo recordaremos a los Foxes rompiendo esa lógica que ya llevaba muchos años imponiéndose. 

Los sueños son necesarios, pero sin trabajo y ganas nunca se harán realidad. Lo pienso yo y, seguro, lo piensa Claudio Ranieri. El pasado verano, el italiano se puso al mando de un equipo en el que el fútbol brillaba por su ausencia y que sobrevivía gracias a la figura de Ulloa y a las primeras pinceladas de un Vardy que meses después se desataría por completo. Tomó las riendas del Leicester tras una carrera de muchísimo prestigio pero en la que jamás había ganado un título liguero. Y lo mejor es que justo antes de entrenar al club que ahora ha hecho grande fue destituido de una selección griega que poco se parecía a la que nos sorprendió en Portugal 2004. Porque Claudio fue despedido tras perder 1-0 ante el minúsculo combinado de Islas Feroe. Y mírenlo ahora. 


Pero no todo iba a ser mérito del entrenador. Sí, él ideó el plan y sentó las bases de un fútbol de contención, de buscar seguridad atrás a través de no dejar espacios y de salir a atacar el espacio de la forma más veloz posible, pero los ejecutores perfectos fueron los jugadores. Lejos de las grandes estrellas, el Leicester ganó ayer la liga inglesa tras una temporada en la que las esperanzas dependieron siempre de un prácticamente siempre mismo 11 inicial y de dos o tres actores de reparto que, como el resto de sus compañeros, también merecen este codiciado Oscar. Un reparto protagonizado por el hijo de una leyenda de las porterías, dos centrales lentos en carrera pero insuperables en lo estático, dos laterales disciplinados, un doble pivote incansable liderado por el que para mí ha sido el MVP de esta Premier, un mago del balón en la derecha, un interior zurdo trabajador y que abandonó al club que le hizo crecer en el mejor momento y un japonés imposible de perseguir durante todo un partido que no ha parado de trabajar para que Vardy, el hombre gol, destrozara las espaldas de las defensas rivales semana tras semana. Schmeichel, Huth, Morgan, Fuchs, Simpson, Kanté, Drinkwater, Mahrez, Albrighton, Okazaki y el gran Jamie. Todos ellos con la ayuda de hombres de refresco como Ulloa, King, Dyer o Schlupp. Un listado para el recuerdo. 


En diciembre, prácticamente todos pensábamos que lo de los Foxes sería similar a esos globos que suben unos metros y que luego caen en picado cuando pierden el aire que les hacía volar. Pero nos equivocamos. Ya son una realidad, una preciosa realidad que el año que viene tendrá como premio estar entre los mejores clubes de Europa en la competición más bonita de todas. No sé si lo harán con el gran N'Golo en el centro del campo, corriendo sin parar y robando balones a todo el que se atreva a encararle. No sé si lo harán con Mahrez pegado a la línea de cal, recibiendo, buscando desequilibrar a su par y marchándose para buscar a los de arriba. Y no sé si será Jamie Vardy el encargado de seguir marcando para el Leicester y avivar así los sueños de esos miles de aficionados que no hace tanto sentían el miedo de volver a un segundo plano tras haber disfrutado de poder enfrentarse a algunos de los mejores conjuntos del continente. Porque cambien o no los protagonistas, la gente en esa ciudad del centro de Inglaterra ya sabe que incluso después de que suene el despertador por las mañanas hay lugar para la magia y las sorpresas y éstas, a veces, ruedan pegadas a un balón. 

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