En el fútbol, como en la vida, tenemos tendencia a recordar lo espectacular y a veces nos olvidamos de lo realmente meritorio. Nos quedamos con aquello puntual que nos sorprendió para apartarnos de hechos que fueron menos románticos pero igual o más trabajados. A nadie se le escapa todo lo sucedido en la final de la Champions 2004/5, la de Estambul, porque probablemente fue el partido más mágico que disfrutamos en años. Pero, ¿qué pasó 24 meses después? El Liverpool repetía como rival de un Milan que decidió no volver a fallar. A su historia, a su grandeza, a su nombre. Venció a los fantasmas, no recordó el 3-0 con el que se había ido al descanso antes de que Gerrard y compañía firmarán una de las gestas más grandes jamás vistas y se llevó un título a la altura de una entidad como la rossonera. El 2-1 final, Atenas teñida de rojo y negro y Maldini levantando la copa. La última gran noche de un monstruo que se apagó y que sólo volvería a reinar en la Serie A de la campaña 2010/11.
De los Nesta, Gattuso, Pirlo, Seedorf, Kaká o Inzaghi de aquel partido en Grecia al descalabro reciente de un equipo sin líderes. Pero, por suerte para la mitad Diavola de la ciudad de Milán, dos nombres suenan con más fuerza que nunca para comenzar a ver la luz al final del túnel. Uno, a sus 17 años, ya tiene la presión de todo un país por ser, en un futuro cada vez más próximo, el relevo de una leyenda bajo palos como Buffon. El otro, con 18, ya decide en una medular que andaba perdida desde que Andrea Pirlo decidió cambiar San Siro por el estadio de quien manda ahora en el Calcio. Y lo mejor es que, curiosamente, ambos confirmaron su talento hace una semana ante esa Juve a la que al fin batieron con un 1-0 que invita a volver a soñar, aunque sea con moderación.
La Euro Sub 17 de 2015 sirvió para que el mundo acabará de entender que Gianluigi Donnarumma no es un chico normal. En aquel campeonato celebrado en Bulgaria donde lo vi por primera vez demostró que era superior a los jugadores de su edad y que necesitaba un reto mayor, algo verdaderamente serio. Y allí estaría Mihajlovic para plantearle la tarea de sustituir con 16 años a un portero tan regular como Diego López. Funcionó y a partir de ese momento despegó. Ya nadie duda de que, si quiere y nadie le aparta del Giuseppe Meazza, tardará poco en ser el capitán de un Milan que le necesita como icono e incluso menos en darle el relevo a Buffon en la selección azurra. Porque no tiene miedo, porque rara vez pierde la posición y la concentración y porque cuesta horrores encontrar guardametas con tanta planta y a la vez tanta facilidad por lanzarse abajo.
Nuestro segundo protagonista, Manuel Locatelli, tiene menos recorrido en la élite pero su arranque de curso está siendo bárbaro. En 7 partidos ya suma 2 goles a pesar de jugar en el centro del campo, algo más atrasado de lo que solía hacerlo en las inferiores del Milan. Y es que Manuel ya no pisa tanta área ni disfruta de tantas acciones para buscar la acción de uno contra uno pero ha logrado trasladar toda la calidad que plasmaba como ''10'' a la posición de organizador. En los últimos partidos le hemos visto escoltado por hombres como Kucka o Bonaventura, ambos ocupando posiciones de interiores, para que la joven perla rossonera se encargue de llevar el ritmo de un equipo que en gran parte vive de encontrar y explotar las individualidades ofensivas de sus atacantes. Todavía se precipita y pierde balón en zonas comprometidas por arriesgar en exceso pero son defectos que solucionará con el tiempo. Esa capacidad de desplazar con precisión tanto en largo como en corto y la efectividad que ha demostrado de cara a gol a pesar de no ser ésta una de sus especialidades le convierten en un proyecto de futuro interesantísimo y en una realidad cada vez más indispensable para el XI de Brocchi.
Donnarumma y Locatelli. Dos piezas clave. Una para que San Siro vuelva a ser el hogar de un equipo difícil de golear, de batir y que mantenga la más pura esencia del fútbol italiano. La otra para que este Milan se occidentalice y recupere el sentido y el buen hacer con balón que un día le convirtieron en el modelo a seguir para muchos. Y sí, es cierto que para que todo ello suceda pasarán años, pero sólo jóvenes como ellos le devolverán al Milan la identidad futbolística que un día tuvo y que, de la noche al día, perdió. Sólo jóvenes como ellos protagonizarán, de nuevo, días para la memoria como aquel 23 de mayo de 2007 en Atenas.
Fotos de Goal y Eurosport