Una jugada desequilibrante de Messi que acabe con un preciso disparo buscando escuadra, una acción potente en el área de Cristiano, un caracoleo de Neymar, una salida al espacio del rapídisimo Di María o una contra lanzada por James Rodríguez. No conozco a nadie que ame este deporte y que no disfrute con alguno de los ''regalos'' que aparecen en la lista. Una lista que contiene algunas de las especialidades de los mejores jugadores claramente ofensivos del planeta y a la que yo propongo añadir un último lujo, mi guinda: un partido completo de Thomas Müller.
Para algunos puede ser chocante y excesivamente atrevido comparar a semejantes artistas con un jugador que se aleja de esa belleza de gestos, de esa plasticidad de movimientos que lleva a muchos a copar portadas gracias a, en algunos casos, preciosas acciones aisladas que pueden no ser determinantes (con ello no digo que las figuras de las que hablábamos unas líneas más arriba no lo sean). Y es que Thomas es uno de esos jugadores que no regala regates inolvidables ni pases de 40 metros después de tirar 2 caños pero que es capaz de enamorar a los más difíciles de persuadir con lecturas de encuentros que sí deciden partidos. Y si alguno duda de si esta última afirmación es cierta, que les pregunten a Löw, Heynckes o Guardiola si creen que hombres como Müller son necesarios en equipos con grandes objetivos y si a la postre dan, ya no sólo victorias, sino también campeonatos.
Sabe dónde estar siempre, trabaja con y sin balón (el espacio que genera a los delanteros que el acompañan es enorme) y su potencia le permite disfrazar esa aparente poca traza con el balón en los pies (remarco aparente) que desubica a todo defensa al que encara. Un jefazo en el área que, además de tener gol, también lo regala. Y lleva así más de cuatro años. Un auténtico escándalo.
Coman, Costa, Lewandowski y la aparición de genios como Thiago o Götze por detrás (Robben y Ribéry me parecen secundarios, ahora mismo). Con semejante plantilla es esencial disponer de jugadores que rompan con el sistema establecido, que varíen una forma de jugar común y predominante en todo equipo. Y es que pese a que este Bayern es capaz de matarte a la contra y, a su vez, de dormirte con su juego preciso de posesión, y pese a que dispone de jugadores individualmente difíciles de parar, nadie desempeña esa función de sorprender, de aparecer cuando el partido está controlado por el rival y de salvar a los suyos cuando los que tienen que romper no tienen el día como él. Una alternativa que sólo el Bayern, con el bueno de Thomas, tiene en todo el planeta fútbol.
No imagino un partido a cara o cruz, un choque vital, una finalísima sin él. No imagino al esquisto Bayern de Pep sin él. No imagino a la potente y trabajada tácticamente selección alemana sin él. Porque Müller ha dado mucho, pero muchísimo más de lo que parece. Desde las sombras, puede ser. Y sin el reconocimiento que quizás merece (creo que ha estado varias temporadas en el TOP 5, sin duda alguna), cierto, pero su relevancia en un fútbol que, paradógicamente, es tan diferente a su estilo es innegable. Müller ha sido y es uno de los grandes sin apenas parecerlo.